viernes, 8 de mayo de 2015

Notas sobre la Universidad Autónoma de Yucatán


Hemos estado pendientes de los acontecimientos que se han ido dando en la Universidad Autónoma de Yucatán a partir de este año en que la actuación de una nueva rectoría asumió funciones. En el trato a un conflicto de huelga de sus trabajadores manuales, la justificación era que no había antecedentes ni experiencia para afrontar las erogaciones solicitadas por el personal demandante. Pero la solidaridad popular y universitaria estudiantil, ajena a dirigencias, se puso de manifiesto. Los trabajadores sindicalizados, con altitud de miras, cedieron en una actitud de espera y solidaridad futura para con sus necesidades y requerimientos.
De entonces para acá, la presencia rectoral se dio dentro de los eventos de la FILEY, en ceremonias oficiales, e incluso en participación abierta con organismos civiles de exdirigentes políticos universitarios de antiguas generaciones, eventualmente en los cambios de directores de áreas de la UADY, uno o dos viajes a la capital del país para gestiones presupuestales y punto.
Lo más reciente ha sido el silencio ante un movimiento de agitación en la Facultad de Ciencias Antropológicas, sobre el cual aún no se ha pronunciado, y un triste desacierto ha sido ceder espacios del edificio central del Alma Mater a fin de que ahí se arme la exposición gráfica de un periódico local, aspirante a reposicionarse informativa o financieramente, o en búsqueda de lectores afines a sus principios, orientación religiosa, historial político, y fines sociales.
Es pésima la decisión de abrir de par en par las puertas del Alma Mater al más conocido adversario ideológico del fundador Felipe Carrillo Puerto y del gobernante que otorgó la autonomía, Don Víctor Cervera Pacheco – a cuya generación negó espacios –, por incompatibilidad de su formación y permanencia como vocero de las fuerzas retardatarias del estado, que siempre ha sido. Esa flaqueza ideológica es imperdonable en la actualidad y a ella debe sumarse el irrespeto a la laicidad de la universidad yucateca.
El citado periódico no puede justificar su necesidad de búsqueda de suscripciones, publicidad o buena imagen en un sitio histórico donde su respuesta a los estudiantes de distintas épocas ha sido de ofensa y ataque, demérito o falta de justificación en sus acciones. Recuérdese cómo, ante el asesinato de Efraín Calderón Lara, se expresó de los estudiantes de esa época y sus líderes, que encabezaron el movimiento obrero-estudiantil-popular más grande que se recuerde en los últimos 30 años.
La rectoría ha abierto las puertas a los adversarios ideológicos e históricos de la UADY.
La memoria universitaria ha registrado este hecho.
Luis Alvarado Alonzo

lunes, 4 de mayo de 2015

LAICIDAD, Y LAICISMO ESTATAL (III)




LAICIDAD, Y LAICISMO ESTATAL (III)
Jesús Solís Alpuche

3.- Como vimos en la nota anterior, en breves palabras podemos definir que ‘laicidad’ es el mutuo respeto entre Iglesia y Estado, fundamentado en la autonomía de cada parte como determinan nuestros Artículos 24 y 130 Constitucionales, mientras que ‘laicismo’ es la hostilidad e indiferencia contra la religión. La laicidad del Estado se fundamenta en la distinción entre los planos de lo secular y de lo religioso.

Según el Concilio Vaticano II, entre el Estado y la Iglesia debe existir un mutuo respeto a la autonomía de cada parte. Pero no debemos olvidar que la laicidad no es el laicismo ya que la laicidad del Estado no debe equivaler a hostilidad o indiferencia contra la religión o contra la Iglesia. Más bien dicha laicidad debería ser compatible con la cooperación de todas las confesiones religiosas dentro de los principios de libertad religiosa y neutralidad del Estado. La base de la cooperación está en que ejercer la religión es un derecho constitucional y beneficioso para la sociedad.

El laicismo es la corriente de pensamiento, ideología, movimiento político, legislación o política de gobierno, que defiende o favorece la existencia de una sociedad organizada aconfesionalmente; es decir, de una forma independiente o, en su caso, ajena a las confesiones religiosas. Su ejemplo más representativo es el Estado laico o no confesional. El concepto de ‘Estado laico’, opuesto al de ‘Estado confesional’, surgió históricamente de la separación Iglesia-Estado que tuvo lugar en Francia a finales del siglo XIX, aunque la separación entre instituciones del Estado y las iglesias u organizaciones religiosas se ha producido, en mayor o menor medida, en otros momentos y lugares, normalmente vinculada a la ilustración y a la revolución liberal. Los laicistas consideran que su postura garantiza la libertad de conciencia, además de la no imposición de normas y valores morales particulares de ninguna religión o de la irreligión.

El laicismo persigue la secularización del Estado, aunque se distingue del anticlericalismo radical ateo en cuanto a que no condena la existencia de dichos valores religiosos.

La laicidad. En el mundo de hoy se entiende de varias maneras: no existe una sola laicidad, sino diversas; o mejor dicho, existen múltiples maneras de entender y vivir la laicidad, maneras a veces opuestas e incluso contradictorias entre sí. En realidad hoy, la laicidad se entiende por lo común como exclusión de la religión de los diversos ámbitos de la sociedad y como su confín en el ámbito de la conciencia individual.

La laicidad se manifestaría en la total separación entre el Estado y la Iglesia, no teniendo esta última título alguno para intervenir sobre temas relativos a la vida y al comportamiento de los ciudadanos. La laicidad comportaría incluso la exclusión de los símbolos religiosos de los lugares públicos destinados al desempeño de las funciones propias de la comunidad política: oficinas, escuelas, tribunales, hospitales, cárceles, etc. Pero todos los creyentes, y de modo especial los creyentes en Cristo, tienen el deber de contribuir a elaborar un concepto de laicidad que, por una parte, reconozca a Dios y a su ley moral, a Cristo y a su Iglesia, el lugar que les corresponde en la vida humana, individual y social. Por otra parte debe respetar y afirmar la legítima autonomía de las realidades terrenas, entendiendo con esta expresión que las cosas creadas y las sociedades mismas gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de (OBSERVATORIO ECLESIAL AÑO 3 * 02 Jun - 09 jun 2014 * NUM. 74 28) descubrir, aplicar y ordenar paulatinamente (Gaudium et Spes, 36). Esta afirmación conciliar constituye la base doctrinal de la sana laicidad, la cual implica que las realidades terrenas ciertamente gozan de una autonomía efectiva de la esfera eclesiástica. Por lo tanto, a la Iglesia no compete indicar cuál ordenamiento político y social se debe preferir, sino que es el pueblo quien debe decidir libremente los modos mejores y más adecuados de organizar la vida política.

Toda intervención directa de la Iglesia en este campo sería una inferencia indebida. Por otra parte, la sana laicidad implica que el Estado no considere la religión como un simple sentimiento individual, que se podría confinar al ángulo privado. Por lo tanto, a cada confesión religiosa, con tal de que no esté en contraste con el orden moral y no sea peligrosa para el orden público, se le garantice el libre ejercicio de las actividades de culto de la comunidad de los creyentes, tanto espirituales y educativas, como las caritativas.

A la luz de estas consideraciones, ciertamente no es expresión de laicidad, sino su degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia política y cultural de la religión, en particular contra la presencia de todo símbolo religioso en las instituciones públicas. Tampoco es signo de sana laicidad negar a la comunidad cristiana y a quienes la representan legítimamente, el derecho de pronunciarse sobre los problemas morales que hoy interpelan la conciencia de todos los seres humanos, en particular de los legisladores y juristas. Ello no se trata de injerencia debida de la Iglesia en la actividad legislativa, propia y exclusiva del Estado, sino de la afirmación y de la defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de la persona y salvaguardan su dignidad.

Estos valores, antes de ser cristianos son humanos, por eso ante ellos no puede quedar indiferente y silenciosa la Iglesia, que tiene el deber de proclamar con firmeza la verdad sobre el hombre y sobre su destino. RELACIONES IGLESIA-ESTADO La Iglesia apoya el principio de laicidad, según el cual hay separación de los papeles de la Iglesia y del Estado, siguiendo la prescripción de Cristo: ‘Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios’ (Lucas 20:25). De hecho, el Concilio Vaticano II explicaba que la Iglesia no se identifica con ninguna comunidad política ni está limitada por lazos con ningún sistema político. (lo cual no sucede ahora) Al mismo tiempo, tanto la comunidad política como la Iglesia sirven a las necesidades de las mismas personas, y este servicio se llevará a cabo de un modo más efectivo si hay cooperación entre ambas instituciones.

Así: la justa separación entre Iglesia y Estado no significa que el Estado niegue a la Iglesia su lugar en la sociedad o que se niegue a los católicos cumplir su responsabilidad y derecho de participar en la vida pública.

Un Estado que no da espacio a las Iglesia en la sociedad, o las sujeta a sus intereses cae en el sectarismo, lo cual podría conducir a un aumento de la intolerancia y a dañar la coexistencia de los grupos que forman la nación. Con este fin se permite a los cristianos hablar en público y expresar sus convicciones durante los debates democráticos, desafiando al Estado y a sus compañeros ciudadanos sobre sus responsabilidades como hombres y mujeres, especialmente en el campo de los derechos humanos fundamentales, el respeto por la dignidad humana, por el progreso de la humanidad y por la justicia y la equidad, así como por la protección de nuestro planeta. chantzacan@hotmail.com
Notas.-
[Religión en Libertad]
http://es.wikipedia.org/wiki/Laicismo

LAICISMO, COMO FUNDAMENTO DE LA DIGNIDAD HUMANA. Y LAICIDAD



LAICISMO, COMO FUNDAMENTO DE LA DIGNIDAD HUMANA. Y LAICIDAD 
Jesús Solís Alpuche

1.- Como efecto de la reciente presentación del proyecto de Constituyente Ciudadana y Popular en la entidad he participado en algunas discusiones de cuestionamientos con conocidos activistas, liberales y católicos, escritores y comunicadores identificados con derecha e izquierda, de arraigada pasión anticlerical como en tiempos de Rousseau o Robespierre, y otros que quieren ser más papistas que el Papa, como si el conflicto actual siguiera realmente entre jacobinos y clericales.

La discusión en diferentes niveles, que está presente hasta en internet, con motivo del centenario del gobierno del Gral. Salvador Alvarado y recientemente en el Encuentro de la Red de Investigadores del Fenómeno Religioso en México, poco a poco ha ido aterrizando en que desde hace más de 20 años la Iglesia católica mexicana ha readquirido una indisimulable visibilidad política, que repunta, para bien o para mal a partir de la llegada del Papa Francisco al Vaticano.

Según varios expertos confiables, la jerarquía eclesiástica, anclada en sus viejos argumentos es cada vez más participativa en contra de legislar la despenalización del aborto, o la unión entre personas del mismo sexo; mientras una pequeña base clerical y grupos laicos toman posiciones y vierten opiniones, en cuanto miembros de una comunidad de creencias, sobre temas que poco o nada tienen que ver con la religión y denominación a la que pertenecen, denunciando la corrupción de la administración pública, principalmente en violación a los derechos humanos, la desaparición forzada de migrantes, mujeres y niños,  la represión oficial provocada y organizada para criminalizar la s protestas y la calidad de los procesos de impunidad. Pero siempre prevaleciendo el concepto, que la Institución es aliada con las élites de la oligarquía, mismas a las que le sirve el actual Estado., laico, según el artículo 3º. y 130 de nuestra Constitución política.

Como es preciso decir que los interés que se contrapone entre ambas instituciones, son solo de forma ya que sirven al mismo sistema, también hay que precisar que al interior de las instituciones, incluso militares, hay disidencias importantes de fondo que SÍ se contraponen, y que de estas dependen los avances en materia de evolución social y humana, es necesario penetrar en el concepto del Estado Laico, que nuestra Carta Magna le da a México en el art. 3º. Y 24.

NO ES LO MISMO LAICIDAD Y LAICISMO.
2.- El significado del término 'laicidad es objeto de debate, pues si para algunos politólogos, significa mutuo respeto entre Iglesia y Estado fundamentado en la autonomía de cada parte, para otro se insiste en la no inclusión de la influencia religiosa en la vida social;1 para otros se trata de una modalidad o de un sinónimo de laicismo. Es una palabra aceptada en un amplio sector del discurso filosófico, político, social y religioso.2
Para la Real Academia Española, el término «laicidad», de reciente incorporación en su diccionario, alude a la condición de laico o a la defensa y el ejercicio de la separación entre las sociedades civil y religiosa.3
Está en discusión una distinción terminológica entre «laicidad» y «laicismo», en la cual hay dos enfoques principales:
·         Principalmente desde sectores cristianos se defiende la distinción terminológica. Afirman que no puede haber una "neutralidad" en el sentido de exclusión del aspecto religioso en la vida pública y social, al considerarlo parte constitutiva de los derechos sociales de la persona. De ahí que califiquen la palabra «laicismo», utilizada en el sentido de oposición a la influencia religiosa en la vida pública (sobre todo tal como está presente en la cultura francesa), de «negativo», en ocasiones de «radical» y en algún caso de «forma encubierta de ateísmo de Estado». En el mismo sentido hablan de «ofensiva laicista». Frente al laicismo, pues, defienden el uso del término «laicidad», al que atribuyen un componente de secularidad (presencia en el mundo) y al mismo tiempo de respeto a la libertad religiosa. Defienden asimismo la «laicidad positiva», que sería una forma de secularismo que incluye ayudas (o complicidaddes) estatales a las principales organizaciones religiosas del país.
·         Desde sectores laicistas se defiende la estricta neutralidad del Estado en materia religiosa y se considera que los términos «laicismo» y «laicidad» son sinónimos o que se refieren a lo mismo (siendo «laicidad» el carácter de laico y «laicismo» aquello que es favorable a lo laico). Critican asimismo el concepto de «laicidad positiva» (al que consideran como una forma de «clericalismo encubierto») por considerar que rompe esa neutralidad.
Laicismo es la corriente de pensamientoideologíamovimiento políticolegislación o política de gobierno que defiende o favorece la existencia de una sociedad organizada aconfesionalmente, es decir, de forma independiente, o en su caso ajena a las confesiones religiosas. Su ejemplo más representativo es el "Estado laico" o "no confesional". El término laico (del griego λαϊκός, laikós - "alguien del pueblo", de la raíz λαός, laós - "pueblo") aparece primeramente en un contexto cristiano.
El concepto de "Estado laico", opuesto al de "Estado confesional", surgió históricamente de la Separación Iglesia-Estado que tuvo lugar en Francia a finales del siglo XIX, aunque la separación entre las instituciones del estado y las iglesias u organizaciones religiosas se ha producido, en mayor o menor medida, en otros momentos y lugares, normalmente vinculada a la Ilustración y a la Revolución liberal capitalista.
Los términos laicidad y laicismo se utilizan, a veces como sinónimos y a veces como antónimos, o al menos como de sentido divergente dentro de su campo semántico común, como se observa en estas dos citas:
Los laicistas consideran que su postura garantiza la libertad de conciencia además de la no imposición de las normas y valores morales particulares de ninguna religión o de la irreligión. El laicismo persigue la secularización del Estado,1 aunque se distingue del anticlericalismo radical ateo en cuanto no condena la existencia de dichos valores religiosos
·         El Estado laico, Estado independiente de cualquier organización o confesión religiosa.
·         El laicismo, corriente de pensamiento que defiende la existencia de una sociedad organizada de forma independiente a cualquier confesión religiosa.
·         El laico, fiel de la Iglesia católica que no es miembro del clero.
·         La congregación laica, congregación religiosa que no depende de la jerarquía católica.
Asimismo, en política y derecho, puede referirse a:
·         La derecha laica, ala libertaria, socialmente liberal o no religiosa de los movimientos y partidos conservadores.
·         La izquierda laica, término que engloba a personas, grupos, asociaciones y partidos políticos con ideología de izquierda política y laica.
·         Las leyes laicas, legislación aprobada y promulgada en Chile, entre 1883 y 1885, durante el gobierno del presidente Domingo Santa María.
Además, puede hacer referencia a:
·         La ética laica o ética secular; rama de la filosofía moral en la que la ética se basa únicamente en facultades humanas como la lógica, la razón o la intuición moral, y no deriva de una supuesta revelación o guía sobrenatural.
·         Antología laica, libro de filosofía del año 2009, de los autores Henri Peña-Ruiz y César Tejedor de la Iglesia. (Continúa) chantzacan@hotmail.com

Desayuno de Reencuentro